Hace 49 años se hizo realidad uno de los más bellos sueños que puede tener un pastor, fundar un seminario, casa de formación para los futuros sacerdotes. Eran tiempos difíciles. Se vivía la crisis post conciliar. Seminarios cerrados, sacerdotes que dejaban el ministerio. Abrir uno nuevo, era desafiar al mundo, ir contra corriente. Fue un echar las redes confiando solo en el Señor y no en los que predecían un fracaso. Dios hizo el milagro. El mismo que multiplicó los panes y los peces, contando con la generosidad de un grupo de jóvenes y sus formadores, realizó el prodigio de darnos hasta el momento más de cien sacerdotes para servir a su pueblo. Este fue el mensaje que Monseñor Marcos Pérez compartió, en la homilía que presidió en la capilla del Seminario mayor Francisco Xavier de Garaycoa, de Guayaquil, la misma fue concelebrada por Mons. Gustavo Rosales, obispo auxiliar de Guayaquil, Mons. Eduardo Castillo, Arzobispo de Portoviejo, Mons. Cristóbal Kud?awiec y sacerdotes del clero de Guayaquil.
Con la celebración de esta Eucaristía inició el año jubilar del Seminario Mayor de Guayaquil. En este contexto Monseñor Marcos hizo esta reflexión: ¿Cuál es nuestra identidad? Nuestra identidad es y será siempre Jesucristo. Las modas e ideologías pasan. Solo Cristo permanece. Él es el buen pastor, el único pastor, porque da la vida por sus ovejas, las conoce por su nombre y ellas lo siguen.
El pastor de la comunidad, siguiendo las huellas de Jesús, se caracteriza por tener una fe profunda y madura. Una fe que crece con la oración de cada día, cuando se encuentra personalmente con el Señor en la Eucaristía.