El ministro de la Eucaristía es custodio del Cuerpo de Cristo, como San José. Amor, cuidado, delicadeza. Si es posible dar la vida por este tesoro.
El pasado 18 de marzo en la Catedral de la Inmaculada Concepción, se desarrolló la Eucaristía de envío de 336 ministros, quienes luego de una adecuada preparación, renovaron su compromiso de servicio pastoral, como ministros extraordinarios de la Arquidiócesis de Cuenca. La misión de los ministros es llevar el testimonio de caridad en su comunidad, administrando la Sagrada Comunión a sus hermanos, visitando a los enfermos y otras obras de misericordia.
En la homilía, Monseñor Marcos puso como ejemplo a San José, de quien relievó la obediencia de su fe. Un hombre que puso los planes de Dios por encima de los suyos. Bondad y justicia, con esas dos virtudes los evangelios describen a San José.
El Arzobispo manifestó que todo ministerio en la iglesia es un servicio. Si servimos por amor, con libertad y dignidad, crecemos en las virtudes. Quien sirve con alegría es solidario, caritativo, fraterno. El primer servidor es Jesús que no vino a ser servido, sino a servir y a dar la vida por todos, acotó.
Lo más noble que hacen los laicos en la celebración litúrgica es su participación activa, piadosa y fecunda. Todo ministerio en la comunidad se entiende como servicio y no como privilegio de poder.
Todo ministro debe tomar parte activa en la comisión de liturgia. Un buen ministro debe saber trabajar en equipo. Nada de exhibicionismo y protagonismo.
Todo ministerio debe ser realizado desde una actitud de fe y de sensibilidad litúrgica. La espiritualidad es fundamental. No hay que descuidar la formación permanente que deber recibir los ministros.
Monseñor agradeció a Dios por el servicio de los ministros, así como a todas las personas involucradas en el Plan de formación de los laicos, y a los ministros por su servicio, amor a Jesús y a la Iglesia. “El Señor cuenta con ustedes”, concluyó nuestro pastor.