Este evento que llena de mucha alegría a las tres mujeres, es el resultado de una vida dedicada a la oración y al servicio a la comunidad.
Ana María Quezada, Gladys Real y Gerardina Aucay fueron admitidas el 13 de abril como Vírgenes consagradas. El acto se cumplió durante una Eucaristía celebrada en la Catedral de la Inmaculada Concepción, misma que fue presidida por Mons. Marcos Pérez, Arzobispo de Cuenca y concelebrada por el Arzobispo de Guayaquil, Luis Gerardo Cabrera, obispos del país y sacerdotes de Cuenca.
Las tres mujeres azuayas se suman a la Orden Virginium, una comunidad que constituye el renacer de una de las vocaciones religiosas más antiguas existentes en las comunidades cristianas desde los inicios de la Iglesia. La mujer que recibe esta vocación es llamada a ser esposa, virgen y madre, siguiendo el modelo de la Virgen María. Ellas deben obediencia al obispo. Es una consagración perpetua y definitiva.
Varias horas del día las dedican a la oración. Rezan laudes, el rosario y hacen ejercicios y lectura espiritual. Con ellas suman cuatro las vírgenes consagradas en Cuenca.
Gladys Real vive en la parroquia Hermano Miguel, siente que este llamado se lo hizo el Señor, que es quien la ha elegido. Se trata de “Vivir en el mundo sin ser del mundo, servir desde donde nos encontremos. Es lo que mejor nos ha pasado a cada una de nosotras. En nuestro trabajo podemos reflejar el rostro de Dios” ha referido.
Ana María ha servido en la parroquia San Francisco de Asís. Vivió desde la adolescencia en medio de la vida conventual. “Ha sido mi vida pertenecerle a Dios en cuerpo y alma, y vivir para Él y para mis hermanos”, confiesa.
Gerardina es de Shaglli, Santa Isabel, ha servido en Gualaceo, San Roque, Quinta Chica, en el Seminario de Monay, y actualmente en la parroquia San Alejo, en Guayaquil. Está muy contenta por haber dicho sí al Señor, completamente y para toda la vida.
La virgen consagrada puede dedicarse a la oración, contemplación, obras de misericordia o de apostolado, de acuerdo al carisma de cada una.