Camilo Ponce Enríquez, originariamente se llamaba caserío Río Siete de Mollepongo. Pertenece a la Viraría Episcopal “Nuestra Señora de la Natividad”. Es una de las más distantes de Azuay.
Camilo Ponce Enríquez es un pueblo bendecido por Dios por sus paisajes, cascadas, ganadería, agricultura, flora, fauna y riqueza impresionante de minerales y metales. Por su ubicación geográfica en poco tiempo se puede pasar del trópico al frío. En lo gastronómico con facilidad se puede disfrutar en el mismo lugar de comida costeña o serrana. Su joven población goza de una rica mezcla entre las primeras familias provenientes del Azuay y quienes llegaron después de Guayas, Manabí, Pichincha y Cañar. Aún hay quienes se glorían de ser o haber conocido a los fundadores.
Nació como parroquia civil el 16 de septiembre de 1959. Su cantonización se logró el 28 de marzo de 2002. Indudablemente hay deficiencias a nivel de instituciones educativas, de salud, conectividad vial y en general de los servicios básicos para vivir en dignidad; sin embargo, hay que reconocer que lo mejor que tiene, es su gente, que junto con la alegría, la solidaridad, la fraternidad, resalta el trabajo, pues en medio de cualquier adversidad, se abre caminos y en honestidad lleva el pan diario a sus hogares.
En la memoria de su pueblo está la gratitud a Dios, con los sacerdotes y religiosas que con un esfuerzo enorme y una fe firme llegaban desde lugares muy lejanos a pie o en mula para servir al pueblo de Dios. Reconocen que desde tiempos de Mons. Álvarez, todos sus obispos se preocuparon por la evangelización. El registro de primer bautismo en la actual parroquia Nuestra Señora de la Natividad de María, data del 05 de septiembre de 1970. En sus límites cantonales se cuentan tres parroquias eclesiásticas: Nuestra Señora de la Natividad de María, Nuestra Señora del Carmen de Pijilí y Santa Narcisa de Jesús de Shumiral, en los cuales sirven a tiempo completo cinco sacerdotes y dos religiosas.
Pero, hay que reconocer también la presencia real, verdadera, activa y generosa de los laicos que, con una madurez cristiana, entregan su vida por la misión evangelizadora y mantienen viva la fe desde los centros parroquiales, hasta los lugares más alejados.
Sabiendo que hay mucho por hacer, que todo pueblo está en las manos de Dios, rogamos la intercesión de la Virgen María para que en sinodalidad caminemos al encuentro con el Señor, muy especialmente este año jubilar.