La Cuaresma es un tiempo especial, de oración y penitencia. Durante la cuaresma se intensifican actos piadosos como el Vía crucis, se usa el color morado en los ornamentos, se omite el aleluya.
La cuaresma inicia el miércoles de ceniza, y culmina el sábado anterior a la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (domingo de ramos). Son los cuarenta días anteriores a la Pascua. La cuaresma es un tiempo de preparación para la vivencia de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Es un tiempo de gracia y reconciliación, de reflexión y solidaridad, de arrepentimiento y cambio de conducta, de perdón y amor fraterno, en una palabra, es un espacio que invita a la conversión.
El Papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma 2025 dice: “Con el signo penitencial de las cenizas en la cabeza, iniciamos la peregrinación anual de la santa cuaresma, en la fe y en la esperanza. La Iglesia nos invita a preparar nuestros corazones y a abrirnos a la gracia de Dios para celebrar el triunfo pascual de Cristo, el Señor, sobre el pecado y la muerte, como exclamaba san Pablo: «La muerte ha sido vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?» (1 Co 15,54-55). Jesucristo, muerto y resucitado es el centro de nuestra fe y el garante de nuestra esperanza. En esta cuaresma, enriquecida por la gracia del Año Jubilar, es bueno reflexionar sobre lo que significa caminar juntos en la esperanza y descubrir la llamada a la conversión que Dios nos dirige a todos, de manera personal y comunitaria”.
El Miércoles de Ceniza nos recuerda que todos somos peregrinos en este mundo, la vida es pasajera y efímera, ya que un día debemos dar cuenta a Dios sobre las obras realizadas. Todo se resumen en el mandamiento del amor: amar a Dios y al prójimo. Por eso, cuando el ministro dibuja una cruz con ceniza en la frente del creyente, dice: “Conviértete y cree en el Evangelio”. O: “Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás”.
Los sacerdotes argumentaron en la homilía que la colocación de la ceniza debe servir para reconocer con humildad que somos pecadores y necesitamos el perdón de Dios y de nuestros hermanos. Sólo ahí tendrá sentido la penitencia y el ayuno. Y esto se complementa compartiendo, con espíritu solidario y fraterno, los bienes con los más necesitados.
La cuaresma invita a revisar la conducta, a reflexionar sobre la situación de nuestra vida y a corregir aquello que nos separa del amor de Dios y de nuestros hermanos.