En la fiesta del Corpus Christi y en el Septenario Eucarístico hemos vivido una hermosa experiencia de fe y fraternidad. En cada Eucaristía y en las procesiones se han hecho presentes grupos, familias, parroquias, instituciones públicas y privadas: todo el Pueblo Santo de Dios ha participado. No han perdido vigencia los famosos priostes, los artesanos de la pirotecnia, ni las vendedoras de dulces de Corpus. Más bien, hemos visto un crecimiento en el número de fieles que participaron en las misas. La catedral siempre estuvo llena. El pueblo está tomando conciencia de que no existe fiesta del Corpus sin Cristo.
El tema de reflexión para los días del Septenario fue: Fraternidad para sanar el mundo El amor entre los hermanos es tan necesario que sin este vínculo no existiría sociedad.
En las recientes fiestas descubrimos, con alegría, que nuestro pueblo es piadoso por naturaleza, pero que, a la vez, necesita ser evangelizado para que estas manifestaciones de fe no se queden en la superficie y sin compromiso cristiano. Cuando los católicos llevamos la Eucaristía por las calles, no lo hacemos para exhibirnos, ni tampoco para ostentar nuestra fe, sino para invitar a otros a compartir la vida que Jesús da haciéndose don (Papa Francisco).
Como Arzobispo de Cuenca, agradezco su participación junto a la institución que representa. Pido a Jesús Eucaristía que bendiga su generosidad y fortalezca su fe, para que, juntos, continuemos dando testimonio de fraternidad en nuestra querida Cuenca, ciudad de paz, conocida por su piedad y tradiciones cristianas.