Karen Portocarrero, es de Esmeraldas, lleva 30 años catequizando. “No es fácil, pero es lo más hermoso. Conocer a Cristo es la mayor felicidad”. Karen brinda su servicio en la parroquia La Merced. Inició en los barrios marginados. Ha tenido que atravesar puentes improvisados de madera para llevar la catequesis a los niños que le esperaban con mucha alegría. Las copas de los árboles eran su techo. Comenta que tenía que pedir permiso a los padres para que envíen a sus niños a la catequesis. Lo que más felicidad le ha dado, es ver cambiar a los chicos, cambiar su rebeldía por humildad, pues muchos provienen de hogares violentos, con problemas de consumo de drogas. Muchas veces debió escaparse de las balas entre pandillas. Pide orar por los niños que están atrapados en barrios violentos. “En ciertos lugares la Palabra de Dios está en pañales”.
Hna. Esperanza, de la diócesis de Loja. “La Eucaristía es el centro de la catequesis. Aprendan a amar la Eucaristía, aprendan a amar a Jesucristo para que lo puedan compartir a los demás”.
Germania. misionera Franciscana de la Juventud. “Me ha encantado la generosidad de servir lo que el Señor nos ha dado con todos sus dones”.
Byron, catequista de la parroquia Hermano Miguel. “Ha sido una experiencia fabulosa, nos ha llenado mucho el corazón de Cristo y de María”.
Wilfrido Bermeo y su esposa acogieron en su casa a dos catequistas de Quito. “Para nosotros recibir a un hermano es recibir a Cristo mismo. Es una bendición tener en nuestra casa a otros hermanos”.